viernes, 11 de septiembre de 2009

Como yo hacía cabrear a mi padre...

Mas o menos por estas fechas, o por los días de alrededor del Cristo, o más bien dependiendo de cómo viniera el año comenzaban a madurar las uvas y los pájaros comenzaban a picotearlas, y algunas veces también acudían pajarracos que ni siquiera tenían alas, pero cuando se enseñaba uno de estos pajarracos el destrozo era grande, por que se llevaba en el saco y en el papo.

Mi padre siempre atento a la viña, casi cada día se daba una vuelta por allí para mirar que esto no sucediera, al mismo tiempo que frecuentaba la viña, pues los depredadores no acudían al saber que mi padre podía estar o no escondido en el chozo.

Un día, yo pensé y dije, voy a cabrear a mi padre, y me puse a registrar entre los atafales donde yo sabía que tirábamos las cholas y las albarcas viejas, para alomejor algún día utilizarlas para remendar otras viejas.

Pues buscando entre los atafales encontré unas albarcas medio desarmadas pero que tenían buena goma y el dibujo del piso en buenas condiciones que en definitiva era lo que lo pretendía.

Entonces yo vigilaba a mi padre cuando él iba y venía de la viña, cuando yo veía que mi padre llegaba de la viña, yo cogí las albarcas envueltas en un saco y marché para la viña, llegando allí me les puse y di una vuelta por toda la viña dejando las pistas bien marcadas, para que mi padre se diera cuenta de que alguien extraño andaba por la viña.

Al día siguiente el buen hombre se dio cuenta de que alguien le andaba en la viña al ver las pistas de las albarcas que yo había dejado marcadas. Entonces empezó a investigar haber de quien eran las albarcas que dejaban marcadas aquellas pistas. Durante días estuvo vigilando a todos los del pueblo que llevaban albarcas haber si las pistas coincidían con las que yo dejaba marcadas en la viña. Yo estuve repitiendo la operación durante días con dichas albarcas, y después de pasear por la viña las dejaba guardadas en un saco escondido entre unas escobas que había a la punta de arriba de la viña, y mi padre rompiéndose la cabeza y pensando que de quien serían aquellas pistas que no encontraba ni rastro ni aun cuando ya había observado todas las albarcas del pueblo. Todas las noches en casa no se oía más que esta conversación, pero yo sin darle importancia a la cosa nunca decía nada.

Pero mi padre que de tonto no tenía nada, y siempre observaba, por eso de que el demonio sabe más por viejo que por demonio, pues un día se puso a mirar por debajo de las escobas donde yo tenía las albarcas guardadas en el saco, cuando de pronto vio el saco, y dice: quien coños ha traído aquí este saco, si este saco es nuestro, cuando cogió el saco y vio que dentro del saco estaban las albarcas que el mismo había cosido con alambres muchas veces y eran las que dejaban las pistas en la viña. Como yo ya había hecho tantas travesuras no dudó que el de las albarcas era yo, y después decía: Ya yo había sospechado que todos los días alguien entraba en la viña, pero veía que no me faltaban uvas, por eso me daba que pensar, y mira tú el cabrón del rapa este……
11-09-2009. Gumaro

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