martes, 9 de febrero de 2010

EL ROSARIO

Debía ser por los años 50 ó 60 contado yo y mi amigo Antonio con 10 u 11 años de edad.

Había un cura en Lober, D. Antonio González, que cumpliendo con su misión decía el rosario durante casi todos los sábados del año. Pero llegando el mes de mayo el rezo se extendía a todos los días del mes.

Por aquellos años los rapaces teníamos una gran afición a repicar las campanas. Rapaces habíamos muchos en el pueblo, y el cura no era muy partidario de repicar las campanas durante mucho rato por no tratarse de una fiesta, si no de una simple llamada a esa oración. Y era por eso que los rapaces nos disputábamos el subir al campanario a repicar, lo cual ganaban siempre los más grandes.

Un día, cansados mí amigo Antonio y yo de que los rapaces más grandes no nos dejaran repicar, pesamos hacerle una putada, la cual habíamos estudiado un buen rato antes. Llegó la hora de repicar para el rosario, y como siempre, nos quedamos con las ganas, si bien sólo los más grandes nos dejaban subir a tocar alguna de las tres señales que tocaban después de repicar antes de entrar al rosario.

Pues acabado de repicar, Antonio y yo subimos al campanario, bajamos los pantalones y defecamos untando las cadenas de las campanas con los excrementos para cuando subiera algún rapa mayor se embostonara las manos. Y así fue, hicimos la trampa, subió Eloy, y efectivamente se untó las manos, cuando bajo D. Antonio le preguntó qué pasaba al ver la cara que traía y marchar derecho al pilón a lavarse las manos. Eloy le respondió: las cadenas de las campanas están embetunadas. D. Antonio no tardó muchos segundos en comprender y reaccionó diciendo: ¿han puesto mierda? A lo que Eloy contesto: Si señor, hay mierda.

D. Antonio comenzó la investigación, Antonio se marcho a su casa, y yo me escondí, pero yo debía ir al Rosario, de no hacerlo en mi casa se iban a enterar y el asunto se iba a complicar más. Una vez habían entrado al rosario, yo salí del escondite y entre rezagado. Los rapaces siempre subíamos arriba de todo en la iglesia, pero yo aquél día decidí quedarme abajo por llegar tarde y no molestar subiendo iglesia arriba cuando el cura había comenzado a rezar el rosario.

Grande fue mi sorpresa cuando entré en la Iglesia y ver que D. Antonio que rezaba el rosario detrás de la puerta cuando normalmente lo hacía desde el púlpito. Yo entré y mientras el rosario solo pensaba de salir el primero y meterme en casa, pero D. Antonio que ya estaba preparado detrás de la puerta no me dejó salir, me retuvo. Cuando ya había salido la gente me hizo preguntas mientras yo temblaba como una vara verde, y le acabe diciendo que yo había sido el autor, a lo que él me respondió con dos hostias en la cara y una patada en el culo, y tener que confesar lo ocurrido al día siguiente.

Pero no acabo todo ahí, llegado a mi casa mi padre ya se había enterado. Todavía al recordarlo siento los vergajazos que recibí aquella noche.

Mi amigo Antonio quedo ileso, en su casa no se enteraron por que no fueron al rosario y no se enteraron de los hechos.

Al día siguiente recuerdo que era día 28, y era feria en Gallegos del Río, en la feria dicen que no se hablaba de otra cosa enterándose todos los pueblos del contorno.

Yo hasta pocos años lo recordaba con retraimiento.

Gúmaro, 9 de febrero de 2010.

2 comentarios:

  1. Jajaja, muy buena. De haber vivido yo en aquellos tiempos y en aquel lugar, no dudes de que hubiesemos sido tres los que defecásemos en las campanas. De todas formas, en aquellos tiempos se cuidaba más al fuerte que al débil. Si a mí me hacen recitar a diario el rosario, echo a correr pal monte... jejeje.

    Me gustan tus historias.

    Un saludo.

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  2. Lo que pasaba en aquellos tiempos Salva es que veías obligado a pasar por el tubo, eras perseguido por el cura, por la maestra, y hasta en casa si no obedecias ya sabes quer todo era a base de palo. Si la maestra se quejaba a los padres, tenías dos una en casa y otra en la escuela, si era el cura pues de la misma manera. ¡¡Así los de aquella época salimos..!!, con miedo, con temor. No eramos abiertos, teniamos miedo de cualquier cosa, y casi nos escondiamos de la gente cuando ibamos a pueblo forastero o cuando álguien, de fuera llegaba al nuestro.
    Saludos, Gúmaro.
    !!

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