Acababa de llegar el otoño, las tierras se vestían de color
verde al empezar a nacer los primeros granos sembrados en la facera, las hojas de los robles se volvían de color
ocre debilitándose para ser abatidas por
las primeras heladas y la brisa otoÑal.
Una mañana, el ti Andrés se levanta de la cama y como cada
día lo primero que hace es ir a la cuadra y observar las vacas y
repartirle un haz de hierba seca
que la tarde anterior Andrés había traído del pajar. Pero esa mañana Andrés se
da cuenta de que la Ginda no remoniaba, le coge el cuerno con la mano durante
unos segundos, lo tiene frío dijo, tiene fiebre. Andrés un tanto sobrecogido enciende la lumbre y pone un
caldero para calentar agua y hacer una toma de manzanilla para la guinda.
Mientras s e calienta el agua, Andrés busca unas mantas viejas y las echa
encima del lomo de la vaca para haber si luego de darle la toma de manzanilla y unas friegas de
jabón casero la vaca entra en calor y comienza a “remoniar”
(rumiar). Claudia, que así se llamaba su
mujer, con aquel entrar y salir de dentro a fuera se dio cuenta desde la cama
que estaba ocurriendo algo que no era normal. Claudia se levanta sin reparo
alguno y se va directa a la cuadra,¿Qué pasa Andrés? pregunta Claudia, Andrés después de unos segundos le contesta:
Claudia: la Guinda está mala, no “remonia”, tiene frío y mira, tiene las orejas
caídas, vamos a darle una toma de manzanilla y unas friegas con jabón y
aguardiente haber si se le pasa y arranca “remoniar”.
Salen de la cuadra y uno tras el otro sin mediar palabra van
a la cocina, el agua del caldero ya está hirviendo, le echan un puñado de
manzanilla silvestre recogida el verano anterior que l guardaban en un saco en el
desván, la deja hervir unos minutos, luego la echan en una
botella y se dirige de nuevo a la cuadra
para darle la toma, esta vez le acompaña
Claudia para ayudarle, Andrés aguanta
la vaca por los cuernos y Claudia intenta
meter la botella en la boca de la vaca, la vaca no hace ni por “chamuciar” y le
pueden dar parte de la toma de manzanilla, ya tiene suficiente dice Andrés,
esperaremos un rato haber si por fin
arranca a “remoniar”, si no lo
hace iré a llamar al veterinario no vaya a ser que la vaca se nos muera.
Al cabo de una hora Andrés observa que la vaca no solo no reacciona,
si no que tiembla, y Andrés decide pedir la burra a Juan( su
vecino) para ir a llamar al veterinario. La suya se le había muerto hacía unos
tres meses y no disponían de ningún otro medio para viajar. Andrés se monta en
la burra y al cabo de unas dos horas llega a casa del veterinario que distaba a
unas 2 horas de camino, le explica lo
que pasa y el veterinario le dice: ahora mismo voy, con la bicicleta llegaré antes que tu y yo ya veré que le tengo
que hacer a la vaca. Una hora más tarde llega el veterinario, ya no pudo hacer
nada, la vaca había muerto, cuando llegó Andrés Claudia le daba la triste
noticia.
Hace tres meses se nos murió la burra, y ahora se nos muere
la guinda y también hemos tenido la mala suerte que nos abortó la garbosa, que mala suerte
tenemos Claudia….. No sé cómo vamos a poder
seguir adelante y criar a nuestros dos hijos Antonio y Gabriel que así
se llamaban, se lastimaba Andres
Qué lástima que seamos pobres y pasen años tan malos…….
SEGUNDA PARTE
SEGUNDA PARTE
Antonio y Gabriel tenían 4 y 2 años respectivamente, y a esa
edad no percibían necesariamente lo que sus padres Andrés y Claudia luchaban día tras día para
salir adelante, Gabriel jugaba en la puerta de su casa con los camiones que Andrés le hacía con un trozo de madera y
una caja de sardinas, y Antonio corría
tras el aro de un cubo viejo y un gancho de alambre grueso que que su padre le hacía de vez en cuando.
Por las noches, mientras Claudia bajo la luz ténue de
un candil de petróleo hacía la cena en
un pote oscurecido por el el humo de las jaras, Andrés apoyado en el brazo del escaño meditaba con
las tenazas en la mano sin mediar
palabra con Claudia, mirando cómo se
desgastaban las brasas en la lumbre mientras quedaban reducidas a
ceniza.
Andrés había cambiado mucho desde que se le había muerto la
“Ginda” y la burra, guardaba mucha
preocupación dentro de sí mismo. Andrés estaba pensando que en el pueblo no podía
salir adelante, tenían pocas fincas,
además no habían tenido suerte con la hacienda. Por todo esto pensó
emigrar a Buenos Aires, habían emigrado varios del pueblo , y según contaban,
en poco tiempo ganaban para el pasaje y
podía traer algo de dinero, con este dinero podían comprar alguna finca en el pueblo que le podía ayudar a seguir
adelante más desahogadamente. Pensando todo esto un día escribió una carta a un primo suyo para que le ayudara a preparar el viaje
enviándole una carta de reclamación, y pidiendo que le enviará el dinero para
el pasaje, que el cual, le advertía le sería devuelto tan pronto como
cobrara de su primer trabajo en Buenos
Aires. Benito que así se llamaba su primo tan pronto recibió la carta que Andrés
le había enviado no dudó en transferir a su
patrón el contenido de la carta, y este le ofreció trabajar en la
vaquería tan pronto como llegara a la Argentina.
Todo esto Andrés lo había hecho con un secretismo absoluto ante su mujer y no sabía cómo decir
lo que tenía tramado, pues sabía que esa noticia iba a ser para su mujer un
duro golpe, pero Andrés, por más vueltas que le daba a la madeja era esa la
única vía que podía ser viable para seguir adelante con du familia.
Un anoche después de cenar Andrés piensa que es hora de
transmitir su pensamiento a su mujer, por lo que después de toser un par de
veces y tomar un poco de agua por una
cierta sequedad de boca se dispone a
decir a Claudia lo que tiene pensado
hacer y que ya no tiene vuelta atrás por
que el dinero del pasaje Benito lo había enviado y estaba en camino.
Claudia, al oír lo
que su marido tenía pensando no medió
palabra, salió de la cocina al corral un par de veces para acabar tomando una
taza de agua para poder hablar, pues parece que se le había pegado la lengua al
paladar. ¡¡¡ No hagas eso Andrés por dios…!!! Somos pobres pero unidos, quizá
vengan años mejores y podemos salir adelante con nuestros hijos. Andrés
cabizbajo cogido al brazo del escaño como acostumbraba hacer después de
unos minutos le dijo: No temas mujer, seré fiel a mi palabra y te pido que en mi ausencia lo seas a la mía, lo tengo
todo preparado, en pocos días me llegará
el dinero del pasaje que Benito me lo ha enviado , empezaré a trabajar en la vaquería que
trabaja Benito, yo pagaré el pasaje a
Benito durante un año un poco cada mes, y el resto os lo mandaré para ti y nuestros hijos. Esa noche fue una noche
muy larga, apenas durmieron pensando en los nuevos proyectos y así
continuaron durante varios días varios
días, pero por fin Caludia pensó que podía ser
una salida a la grave situación económica que se en contaban..
Pasaron tres meses, y después de todo arreglado llegó el día
de despedirse, Andrés debía ir a
embarcar a Vigo y despues de navegar 33 días llegaría a Buenos Aires. En todo este tiempo Andrés había hecho una
maleta de trozos de madera que tenía en una tenada y le había puesto un candado
que guardaba en un caldero oxidado entre clavos viejos. Claudia le había hecho unas camisas con un
trozo de tela que había comprado al tendero después de vender unos kilos de
linaza, y el sastre le había hecho unos pantalones de pana que Claudia los pagaría cuando vendiera unas
alubias que tenían en la huerta.
Llegó el día de despedirse, Claudia en su mente preveía un viaje largo o quizá sin
vuelta, aquella mañana y antes de partir
Andrés, Claudia como cada mañana puso el
pote a la lumbre mientras sus ojos
se llenaban de agua que humedecían toda su cara mientras Andrés besa
a Antonio Y Gabriel aún dormidos en un jergón
de pajas tapados con la capa parda del abuelo, entra en la cocina y mientras
comía aquellas amargas sopas de ajo trata de consolar a Claudia con unas
palabras de consuelo. No llores mujer,
replicaba Andrés, que si la suerte me ayuda te mandaré mucha plata
para que a ti y a nuestros hijos no le falte lo que hasta ahora nos ha faltado
y dándole un beso en la frente partió con su maleta de madera al hombro hasta
la estación más próxima.
Un mundo nuevo tuvo que enfrentarse Andrés, Desde los
primeros días se colocó en la cocina del barco como lavaplatos donde comenzó a
ganar la primera plata durante 33 días, que duro la travesía del Atlántico, ya
en Buenos aíres lo esperaba su primo Benito, y de allí subieron a un tren que
los llevaría a la vaquería donde trabajaba Benito y donde sería su nueva
morada.
Al día siguiente tan pronto como fue posible, Benito presento
a Andrés . En la vaquería trabajaban unas
20 personas, las cuales comían en las dependencias de la vaquería, pues allí
había abundancia de carne, y Andrés le encomendaron el trabajo como ayudante de carnicero en la cocina desde aquél mismo día. Andrés,
un hombre curtido del trabajo en la comarca Alistana, no tardó mucho tiempo en acostumbrase a su
nuevo oficio y en los largos días y solitarias noches pensaba que algún día
podía reclamar a Claudia, pues en la vaquería también trabajaban mujeres y
posiblemente también habría trabajo para ella.
Pasaron unos días y Andrés se propone escribir una carta a
Claudia para contarle su aventura como
lavaplatos en el barco, y ya, pues decir lo que era su trabajo en la vaquería y decirle que pronto le mandaría algo de la plata que había ganado como
friegaplatos en el barco para pagar los pantalones de pana que había dejado sin pagar al sastre
esperando a recoger las alubias que
Claudia continuaba cuidando en la huerta.
Claudia continuaba en Aliste haciendo sola los trabajos de
labranza y cuidando a sus hijos esperando las noticias de su marido en las Américas,
hasta que después de pasados dos meses
recibió la carta en la que Andrés
contaba su aventura. Pero Claudia no sabía escribir, tenía que buscar alguien de confianza que le leyera las cartas y le
diera contestación a las mismas, tampoco no había mucha gente en el pueblo para
encargarle este trabajo, entonces pensó en Federico. Federico era un sobrino
del cura y solterón, y pensó que este podía ayudarle para leer y escribir las
cartas. Un día a la salida de misa, Claudia
llamó a Federico l a solas le dijo que si le podía hacer ese favor, a lo que
Federico se dispuso ayudar en lo que hiciera falta, este fue, le leyó la carta
y le escribió otra de vuelta atendiendo a las palabras que Claudia le decía.
Ya habían pasado unos cuatro meses desde que Andrés había salido de casa, y este se disponía a enviar por correo 8000 pesos que había ganado en ese tiempo después
de haber pagado parte del viaje que debía a Benito, para hacer frente a las necesidades de su
mujer y de sus hijos, asegurando que si
todo iba bien tenía pensado reclamar a ella
en el tiempo que pudiera
conseguir un trabajo en la vaquería , y
sus hijos pudieran entrar en una escuela
cercana. Todo iba muy bien,
Andrés continuaba trabajando y periódicamente enviaba pesos a la familia.
Federico le leía las cartas, y le escribía las contestaciones, solía
hacerlo cuando los niños dormían después de cenar en casa de Claudia. Fue tal la
confianza que cogieron ambos, que Federico se enamoró de Claudia y esta de
Federico y la distancia de Claudia hacía Andrés
cada vez era más larga, cada vez Claudia tardaba más en contestar las
cartas de Andrés. Toda esta tardanza hacía reflexionar a Andrés, Claudía, cuando
le escribía le decía, no te preocupes Andrés, aquí todos estamos bien, pero no
puedo contestarte antes por que Federico
no viene, y ya sabes que yo no sé escribir.
Federico ya no salía de casa de Claudia, y un día
decide escribir a Andrés en su propio
nombre diciendo que un mancebo del pueblo estaba rondando a Claudia, que no le
mandara más plata porque Claudia ya no
se acordaba de él y los niños que ya habían crecido y ni siquiera lo conocían. Cuando Andrés leyó esa carta no pudo tolerar
tal noticia, creyó que ya no valía al
apena vivir y aquella misma tarde acababa su vida con su cuerpo despedazado
en las vías del tren.
Gúmaro, 12 de enero de 2014