Después de las matanzas que la mayor parte de ellas tenían lugar
entre el 15 de noviembre y el 15 de diciembre, entre de las primeras estaba la
de mi abuelo Antonio que no se alargaba más del 15 de noviembre, pues ya en
aquellos años en que ya contaban con más de 70 de edad cebaban un cerdo solo,
el cual algunos años llego a pesar 18
arrobas, con el que tenían más que suficiente para cubrir sus necesidades
durante el año.
ÇPues acabando todo ese de las matanzas, que más bien se vivía como una fiesta sobre todo los más
pequeños, llegaba la Navidad. La Navidad comenzaba a notarse el día 22 con la tradicional musiquilla del canto de los niños
del colegio de San Idelfonso, que escuchábamos con atención apuntando los
primeros premios de la Lotería de Navidad por si podía caer alguna pedrea o
reintegro en lo que se hubiera jugado encasa, que nunca era más de una
participación de 5 pesetas que hubiéramos comprado al cartero.
Por el día 22 comenzaban también las tan esperadas vacaciones
escolares, comenzaban a llegar al pueblo los estudiantes que estaban en la
ciudad, en aquella época casi todos internos en algún colegio. También llegaba
algún familiar que podía estar trabajando fuera y regresaba para pasar la
Navidad con la familia, y que llegaba cargado con un paquete de turrón para repartir
a los familiares, pues creo que el primer turrón que llego a los pueblos
alistanos era de procedencia de algún familiar que o bien lo enviaba por correo
o bien lo traía personalmente cuando llegaba para esas fiestas.
La noche del 24 de diciembre se celebraba con una cena, casi
siempre era a base de pulpo que se cocía en el pote grande con patatas enteras.
El pulpo no era congelado como es ahora, era un pulpo que se llamaba de media
cura, un pulpo seco, el cual se debía poner en remojo durante dos o tres días y
así volvía a su estado natural aumentando de tamaño y peso. Este pulpo dejó de
comercializarse en Aliste a final de los años 60, si bien pudo adquirirse en
una casa de comidas de Alcañices hasta los años 80. Una vez cocido el pulpo de
picaba en la cazuela de barro y las patatas en otra, las cuales eran aliñadas
con aceite, pimentón y unas arenas de sal gorda comiendo primero patatas y
luego el pulpo. El agua sobrante de cocer el pulpo se guardaba para días después
volver a cocer otras patatas, estas ya sin pulpo, pero que esa agua le daba a
las patatas el característico sabor del pulpo. La única bebida que acompañaba a
la cena era el vino casero que prácticamente había en todas las casas, los
postres podían ser como ya comenté antes alguna tableta de turrón (regalo de
algún familiar) o también se solían guardar uvas de la vendimia, las cuales ya
en estas épocas del año estaban pasas.
En el pueblo de residencia del cura había misa de gallo a
las 12 de la noche, a la que solían acudir sobre todo los mozos de otros
pueblos, a veces, la mocedad en la misa del gallo hacían la celebración de la
cordera, que consistía en ofrecer una cordera a la Virgen por parte de los
pastores. Esta cordera no se mataba ni se vendía, un pastor la llevaba a su
rebaño y la cuidaba durante todo el año. Cuando la cordera era adulta criaba y
así a veces la Virgen llegaba a tener hasta ocho o diez ovejas, si no las comía
el lobo, porque a veces cuando el lobo se llevaba una. El pastor decía que era
la de la Virgen.
La comida del día de Navidad era principalmente de productos de la matanza, y
casi en todas las casas se ponía un pote a la lumbre de tamaño medio con un
botillo, un trozo de tocino y chorizo acompañado de unas berzas, y buen vino casero recién sacado de la cuba,
para postres podían ser otra vez uvas y o alguna manzana, pues las manzanas es
una fruta que conserva en condiciones optimas el clima alistano.
El día de Año nuevo era costumbre los rapaces ir a pedir el
aguinaldo a los padrinos, para eso era
necesario levantarse muy temprano, algunos padrinos se limitaban a dar como
aguinaldo una linguaniza, las cuales, en esas fechas estaban aún colgadas en
las cocinas para que quedaran ahumadas y ya estaban en condiciones optimas de
curación. Otros padrinos podían llegar más allá y regalaban algún paquete de
galletas, higos pasos, cacahuetes o avellanas.
Pero el día más esperado por los “rapaces”era el día 5 de
enero para ir a cantar los reyes por
casi todas las casas del pueblo comenzando por un lado y acabando por el
otro, simplemente se dejaba alguna que el año anterior no nos hubieran abierto la
puerta, pero para lograr todo esto había que ganarlo haciéndonos cantar todo lo
que sabíamos y algo más. Lo más normal es que todo mundo nos daba algo, desde
unos caramelos, nueces, entremozos, castañas, aceitunas negras, avellanas o
higos, hasta en algunas casas nos sacaban una jarra de vino que bebíamos a la
roda, pues en la época que yo me crie, era normal comenzar a beber vino a
edades tempranas. Lugo dodo esto lo repartíamos de la manera mejor posible, aunque
siempre a la hora de repartir se hacía valer la ley del más fuerte. Por la
noche, en muy pocas casas los reyes dejaban juguetes. Yo recuerdo que dejaba
las cholas bien untadas para que las vieran bien limpias, y en el mejor de los
casos me dejaban unas avellanas o cacahuetes.
Los juguetes teníamos que hacerlos nosotros, así aprendíamos a manejar
herramientas. Pues en nuestra tierra alistana era necesario conocer desde
pequeños las diferentes herramientas necesarias para construir toda clase de
aperos y artilugios para la labranza.
Gúmaro. 13 de Diciembre de 2014